En un país donde la altitud imprime carácter y la tierra guarda historias de siglos, un evento singular ha reunido lo mejor de la vitivinicultura boliviana en LA MORADA, un ciclo de espacios generado por el Grupo TINTO. Alta Gama Wine no se trata de una feria más, sino de un encuentro íntimo y selecto, pensado para quienes buscan adentrarse en el alma de las etiquetas más emblemáticas de cada bodega.
La propuesta fue clara: ofrecer, en un solo espacio, la oportunidad de degustar vinos que son la cúspide del trabajo enológico nacional. Así, diferentes bodegas podrán tener su espacio para presentar sus etiquetas, la Bodega Aranjuez llevó a la copa la nobleza de Juan Cruz y Don Milton Legado, dos creaciones que cuentan la historia de su terruño con elegancia y profundidad. Bodega Kohlberg, por su parte, sedujo con sus Íconos, una colección que resume décadas de tradición y búsqueda de excelencia. Campos de Solana presentó la delicadeza y complejidad de Esther Ortiz, mientras que Bodega Granier Ortiz sorprendió con Principia, un vino que reivindica la innovación sin renunciar al respeto por la tierra.
Este nuevo espacio no solo acerca vinos de alta gama a un público ávido de descubrirlos, sino que también marca un paso importante en la consolidación de la cultura del vino en Bolivia. La degustación, guiada por la pasión de enólogos y sommeliers, se convierte en un puente entre el productor y el consumidor exigente, educando el paladar y ampliando el horizonte de lo posible en la mesa boliviana.
Eventos como este son un recordatorio de que la industria vitivinícola del país está madura para dialogar con el mundo desde la calidad y la identidad. Aquí, el vino deja de ser solo una bebida para convertirse en un relato: el de la tierra, el clima, las manos y la visión de quienes lo hacen posible.






