Caladoc y Malbec son la fórmula del éxito para el nuevo vino de Santo Patrono de bodegas Kuhlmann. Son la esencia del blend Cúspide, el primer vino del país que ensambla ambas cepas francesas. Un agradable misterio para aquellos que se acercaron a las cepas en distintos suelos y evidenciaron el gran potencial de la altura y el suelo boliviano.
Pero Cúspide no nace como un mero experimento, sino todo lo contrario: es una apuesta producto del éxito que Santo Patrono tuvo con la etiqueta Altiplano, el vino más exportado de Bolivia. Es así como la idea de crearle un compañero se antojaba como algo inminente. De esa manera, Altiplano tiene un hermano de conceptos, aquellos conceptos que hacen referencia al terroir boliviano, a la altura y estándares de calidad que alcanzan en bodegas Kuhlmann.
Incluso así, Cúspide trasciende la idealización, es resultado de muchos años de investigación para resignificar las virtudes de la cepa Caladoc con las condiciones del terroir boliviano. En el Valle de Los Cintis, a 2 400 metros sobre el nivel del mar, la variedad ha sorprendido a los enólogos de Santo Patrono por el potencial demostrado, así como por los diálogos y disputas que el Caladoc y el Malbec mantienen vivos bajo el paladar.
“La política de diversificación e investigación científica de bodegas Kuhlmann busca aprovechar las características únicas de cada zona, lo que se traduce en vinos con perfiles distintivos. La altitud es un factor clave, ya que influye en la temperatura y la exposición solar que reciben las vides. La amplitud térmica contribuye a la complejidad aromática y al equilibrio de acidez en los vinos, y les otorga esa elegancia y frescura característica. Estos factores microclimáticos son esenciales para establecer viñedos de calidad y producir vinos que reflejen la identidad de nuestro terroir. Todo ello, sumado a las cepas francesas, hace de Cúspide algo único en el mundo”, explica Franz Molina, enólogo y gerente de bodegas Kuhlmann.
Todo se trata de juntar arte, ciencia y tecnología para exaltar los sentidos. La aplicación de conceptos como las alturas bolivianas, la experimentación con distintas variedades o la conjunción entre los conocimientos actuales y los ancestrales que datan de 1930: todo ello baila al son de Santo Patrono para ser preservado entre las paredes de la botella y el corcho. Todo el arte y el esfuerzo para crear un producto distinto.
«Con su nombre evocador, Cúspide, simboliza la altura que somos capaces de lograr, con nuestra terroir boliviano y la pasión que le ponemos en cada uno de nuestros productos»
Franz Molina
Si habíamos hablado de la fórmula de Cúspide, la del éxito de bodegas Kuhlmann se basa en tres políticas esenciales:
Sustentabilidad, implementada en la planta de tratamiento de residuos que permite lograr un impacto ambiental nulo. La eficiencia hídrica es otra área donde refleja el compromiso con la tierra boliviana, con más del 96 % de eficiencia, demostrando un liderazgo en prácticas responsables con las fuentes hídricas.
Inclusión, pues el 60 % de la fuerza laboral debe ser mujer. Hoy en día, es del 75 %, dando lugar a esas manos detallistas pero fuertes de las mujeres bolivianas.
Cien por ciento bolivianos, ya que es una inversión completamente boliviana que entiende el esfuerzo y el potencial del país. Es por eso que la mano de obra, incluyendo a los enólogos, son bolivianos. La empresa prioriza la compra de insumos y servicios nacionales. Son las manos de los bolivianos las que abrazan la tierra para tomar lo mejor de ella y dar forma a sus vinos.
Pero aún falta la respuesta a un porqué: el de la etiqueta. No es casualidad que la etiqueta de Cúspide adopte una textura tomada directamente de las cartografías y mapas del cerro Morao: el punto más alto de Tarija ubicado en la Reserva de Sama a 4 706 metros sobre el nivel del mar, alto, alto como las metas en el horizonte de bodegas Kuhlmann y su Santo Patrono.