Las raíces de un singani no son solo las de la vid, sino las de una historia de vida y del lenguaje.
Bien conocida es que la idea de que carajo era el mirador en lo alto del mástil de un barco y que quien lo ocupaba debía soportar el mareo a toda costa con tal de mantener a la tripulación al tanto de lo que se avecinaba en el horizonte. Bien sabido es también que, si se pregunta en un colegio, carajo es una mala palabra, si es que eso existe.
Pero la otra verdad es que, más allá de cualquier etimología o norma, el significado lo dan los hablantes. Una gran prueba de ello se remonta a la década de los 80.
El origen de la palabra “carajo” es incierto, pero la idea del mirador en el mástil es de las más populares.
Por aquellos años las familias Ávila Castellanos y Castellanos Vásquez —ambas productoras de vinos y singanis artesanales desde 1970— fundaron un círculo íntimo bautizado como el Club del Chuflay. Cada domingo de 10:00 a 12:00 las familias se sentaban a disfrutar de la compañía y a perfeccionar los chuflays. Con el tiempo el club se abrió a amigos cercanos.
A partir de los años 70, las primeras generaciones de ambas familias incursionaron en la elaboración de vinos y singanis artesanales para compartir en sus encuentros.
Año tras año, los destilados artesanales fueron superando etapas y mejorando procesos. Ya sea el desgranado de la uva o la eliminación de tallos para el pisado, la meta siempre fue dar con el corazón del singani. La cata y el veredicto tenían lugar en las reuniones del club.
En una ocasión cuyos detalles han sucumbido ante el tiempo, un miembro del club preguntó “qué tal” había quedado el chuflay. La respuesta fue de solo dos palabras: “Del carajo”, es decir, mejor imposible.
Décadas después, las reminiscencias de esa anécdota volverían a las mentes de la familia Castellanos del Carpio para bautizar su singani como “Del Carajo”, el mismo que desde 2023 dejó de ser un bien exclusivo de parientes y amigos y saltó al mercado para el consumo de todos.
Javier Castellanos Vásquez, quien desde los 2000 asumió la tarea de mantener vigente la tradición, encabeza hoy al equipo del singani Del Carajo y se preocupa por mantener unas bases y conceptos sólidos. Por ello, no es casualidad que la bodega tenga un mirador encima, como si del carajo de un barco se tratara, y quien suba ahí pueda ver no el horizonte, sino el futuro de una tradición familiar simbolizada hoy en esa etiqueta: Del Carajo.