Junto a su esposa e hijas, Rodrigo ha dado forma a un legado de vinos, singanis y familia.

Fue en el año 2003 que Rodrigo Trigo elaboró un proyecto para la producción de uva de mesa. La idea del empresario era aprovechar las tierras que con su familia paterna posee para iniciar un nuevo emprendimiento. Sin embargo, la iniciativa no fue tomada en cuenta por los copropietarios.

Bodega Barbacana, finca La Querencia

hacer vino es un camino sin retorno, un boleto de ida sin uno de vuelta

Rodrigo Trigo

Lejos de renunciar a su plan, decidió seguir adelante por su cuenta y con su familia. “Yo siempre he sido emprendedor. Hice mi vida con empresas que yo creé”, afirma. Es así que en el año 2009 trabajó el cultivo de las primeras dos hectáreas de vid, lejos de las cincuenta que había planeado en un inicio. La condiciones climáticas y del terreno le auguraban buenos resultados.

Si bien la idea original era producir solo uva de mesa para el comercio en el mercado y con bodegas, la idea de hacer un vino propio se iba gestando en la cabeza de Rodrigo como una opción latente.  Es así que en el año 2013 produjo alrededor de 300 botellas de un vino rosado. Es su escala personal de calidad, cataloga ese primer experimento como “tomable, no un gran vino, pero se dejaba tomar”.

Para Rodrigo, hacer vino es “un camino sin retorno, un boleto de ida sin uno de vuelta”, pues esa chispa que lo motivó a hacer el primer vino desató todo un interés y ganas incontenibles por hacer más. En 2014, con mejores condiciones —entre una bodega alquilada y el garaje de su casa—, produjo 600 botellas de un vino syrah que le valió un premio al mejor vino varietal del año.

El reconocimiento no solo era sinónimo de aceptación por parte de unos jueces, sino también de que con recursos limitados podía lograr una muy buen producto. Por ello, la idea de producir más vino y lanzarlo al mercado ganaba más fuerza. En el año 2018 comenzaron a materializarse tanto la construcción de la bodega como la importación de maquinaria. En marzo de 2019 se logró la primera vendimia en la bodega.

A lo largo de los últimos años, la bodega Barbacana ha cultivado productos como el vino reserva de 2015, cuyo protocolo de vinificación es descrito como “diferente al tradicional”.  Por ese año los vinos eran vendidos a amigos y familiares. Aun así, Rodrigo se refiere a los productos de esa época como “la punta de lanza de Barbacana”.

Por otro lado está la línea Barbacana de vino monovarietales de tannat y syrah. Son vinos sin crianza en madera que “expresan toda la tipicidad del varietal”. También están los cofradías, una línea de blends más económicos, de menor gradación alcohólica y complejidad. La línea Querencia es el vino de la casa, vinos blend tinto y blanco. “Quisimos hacer un vino de baja gradación alcohólica y fácil de tomar”.

Hoy, Barbacana también produce singani. Dos etiquetas llevan el estandarte de la marca: el Premium —ganador de una medalla de oro en Chile— y el Single.

Una de las metas de Rodrigo es que las botellas de Barbacana se vuelvan una constante en las mesas bolivianas a lo largo de todo el mapa nacional, pero también que los productos “viajen por el globo y que a través de ellos el mundo se entere de Bolivia y de un lugar llamado Tarija donde se producen vinos y singanis de altísima calidad”.