Dos son los mantras que han llevado a Roberto Ruiz Catoira a encaminarse en un sueño: “Sin pensarla dos veces” y “No hay tiempo”. A veces los repite de rutina y otras, con todo el peso de sus significados.
A sus 26 años, el joven emprendedor tarijeño ha consolidado dos marcas relacionadas directamente a la vitivinicultura, terminó dos carreras —una licenciatura y una tecnicatura— y ha podido desempeñarse como docente. Poco a poco su nombre dejó de ser ajeno a los medios de comunicación y resuena en los oídos chapacos.


Por un lado, Roberto se bautizó como empresario con el singani Bohemia 56 antes de terminar la universidad, y por el otro, acaba de lanzar Asua, línea cosmética de aceite de semilla de uva que reutiliza los residuos antes desperdiciados.
Todo empezó cuando se fue a estudiar Agronomía y Administración en Salta, Argentina. Una de las constantes en su biografía es que no importa cuántas horas de estudio sean necesarias, de ahí el primer mantra: “Nunca hay tiempo”, o al menos no el suficiente. Durante esa breve experiencia también trabajaba en un restaurante en cuyo depósito dormía junto a los vinos, como si el destino lo empujara con disimulo hacia el futuro.


Por motivos ajenos a su control, tuvo que regresar a Tarija y empezar sus estudios desde cero. Pero ya tenía un norte claro: hacerse un espacio en el rubro vinícola. A diferencia de otros, ni él ni su familia cuentan con viñedos o tierras en el campo. “Mi experiencia más cercana era caminar a Chaguaya”, ironiza. Por ello, gastó todos sus ahorros en comprar uvas al contado para sus primeras producciones.
Todo el trabajo y apuesta por el estilo de vida emprendedor le han significado tanto alegrías como sacrificios: “Soy una persona bendecida”, dice, y añade: “No salgo de fiesta, no tengo vicios. Hacer otras cosas significa no trabajar”.
Detrás del joven que quedó entre los 10 emprendimientos de la Fundación Samuel Doria Medina Arana, se encuentra alguien con pasatiempos simples. Cada tanto se da el tiempo para tocar la guitarra o la quena, aunque menos de lo que quisiera. Eso sí, siempre le da un espacio a la cultura. Todas las etiquetas del singani Bohemia 56 llevan impresas las obras de artistas de ocho departamentos de Bolivia. “Solo falta Pando”, señala orgulloso.
Roberto Ruiz es de aquellos que construye su vida y legado desde cero y con manos propias.