La bodega Aranjuez es la encarnación de una historia viva del vino boliviano.
Cada vez que Gerardo Aguirre Castellanos calienta la voz para saludar a un nuevo grupo de turistas, se prepara no para recitar un discurso escrito ni memorizado, sino para revivir las experiencias y el legado de tres generaciones resumidas en una copa de vino.
Y es que la visita a la bodega de Aranjuez es un paseo por todo un capítulo de la historia del vino en Bolivia. Ya sea por ver la primera planta de la cepa Tannat en el país o por catar el vino Gran Reserva que obtuvo la primera Gran Medalla de Oro en la historia de Bolivia, el tour es una joya distinta del enoturismo chapaco.
Aunque pareciera reciente escuchar que fue en el año 2018 cuando se abrieron las puertas a turistas, desde entonces los propios visitantes han posicionado a Aranjuez como el referente en materia de enoturismo. No se trata de una casualidad, ya que el vino corre como la sangre por las venas de quienes administran las bodegas. Gerardo es la cara para los turistas, pero detrás de él está todo un linaje que construyó la historia de Aranjuez desde el primer día y que sigue trabajando por marcar la diferencia.
Ese primer día, un 31 de marzo de 1976, Milton Castellanos Espinoza y su esposa Ana Hébe Cortez Vacaguzmán se convirtieron en los fundadores de Aranjuez. Tras 47 años, hijos, sobrinos y nietos no solo han mantenido vivo el fuego de los vinos, sino que han logrado expandir y diversificar aquello que nació hace casi medio siglo.
Hoy, bajo la presidencia ejecutiva de Ramón Castellanos, hijo de los fundadores y quien ha estado a cargo de la empresa los últimos 35 años, la bodega saltará en los próximos meses al mercado del singani como uno de los nuevos hitos históricos de Aranjuez.
Esas tres generaciones de enólogos y viticultores sintetizan tanto su pasado como su legado en una experiencia de cuatro horas. Ese es el tiempo que toman las visitas guiadas por la Bodega Aranjuez y Finca El Origen, un tiempo que siempre deja ganas de más. En medio del paseo, las clases prácticas de cata y los maridajes exaltan los sentidos. Toda la historia de Aranjuez alcanza su cúspide cada vez que el vino choca con un paladar nuevo.